Rysseleberghe evita los detalles anecdóticos o pintorescos, para construir con líneas esenciales una composición sintética y casi abstracta.
El recurso a los veleros como jalones de la perspectiva, que imponen al cuadro un ritmo casi musical, aparecía también en las marinas de Signac.
El pintor se sirve de una gama atenuada, con gradaciones sutiles de rosas, azules, verdes, malvas, que crean un diálogo entre la luz tamizada del cielo, el mar y la tierra, y envuelven todo en una atmósfera de suave melancolía.